Reseñas históricas
Saludamos al bravo Tandilero,
Que al caer de los cielos aterriza,
Del rancho patriarcal bajo el alero…
¡Al hermano pujante del pampero!
¡Al hijo de la Piedra Movediza!
(Cartel de bienvenida a Tandil, tributando a Eduardo Olivero por su desempeño
en la I Guerra Mundial en la Estación de Ferrocarril –septiembre de 1919-)
SUCESOS HISTÓRICOS DE LA AERONAVEGACIÓN TANDILENSE
El primer despegue del suelo, 125 años atrás.
El miércoles 27 de febrero de 1889, nuestra población entusiasmada, asistió a lo que por aquel entonces se consideraba inalcanzable: sobre un cesto de mimbre que colgaba de una “montgolfiera”, balanceándose al viento, el español Pablo Sanz se elevaba a 400 mts. de altura y se alejaba silenciosamente. El Eco de Tandil, fundado seis años antes, reflejaba así el primer acontecimiento histórico relevante por los caminos del aire realizado en nuestra ciudad: “No habiendo podido hacer su ascensión el domingo el aeronauta señor Sanz debido al fuerte viento reinante, lo hizo el miércoles último con toda felicidad en su globo “Albatros”. Hay que convenir –decía- que el señor Sanz tiene una sangre fría pasmosa, pues con la mayor serenidad y una decisión imperturbable, al tiempo de remontarse el globo, se trepó de una cuerda y con la mayor ligereza se colocó en su sitio. El “Albatros” se remontó a unos 400 mts. y fue a caer en la quinta del Sr. Esmenote” (ubicada detrás de lo que es hoy el Estadio San Martin.)
Por el cielo en bicicleta
Oficialmente la aviación nació en 1903 –el 17 de diciembre- con el vuelo de los hermanos Wilbur y Orville Wright en Carolina del Norte, Estados Unidos. Tan solo cinco meses y ocho días después, Tandil fue escenario del salto precursor de una máquina más pesada que el aire en Iberoamérica, realizado en un aerodino construido por un zapatero calabrés –Guido Dinelli- de 35 años de edad.
Sabía el notable precursor que la sustentación debía obtenerse a fuerza de velocidad. Y que el impulso no bastaba para lograr el desplazamiento. Fue por ello que pensó en un aparato de madera y tela. Y no le pareció nada mejor que adosarlo a una bicicleta con la cual, pedaleando pendiente abajo, podía llegar a sostenerse en el aire. Eligió materiales livianos y resistentes para confeccionar la estructura de más o menos cinco metros de diámetro, con las punteras del velamen inclinadas hacia abajo. Con una sierra semejante a un malacate accionada por un caballo, él mismo cortó finos listones de pino spruce de 2 x 3 pulgadas, humedeciéndolos luego en agua caliente para arquearlos con mayor facilidad.
Cuando construyó el armazón de madera y cañas, sujetado con sogas finas, debió encarar la cobertura con una tela también liviana y resistente. Fue entonces que llegó hasta su rancho el famoso payaso Frank Brown, quien estaba por aquel entonces de paso por Tandil con el circo de los hermanos Carló. Parece que Dinelli le confió su inquietud y el brillante clown inglés le dio su opinión acerca de que el cotín era la tela que podía ofrecerle al velamen una mayor sustentación.
Llegado el día, el aparato fue llevado hasta el cerro Garibaldi, lugar elegido para el lanzamiento, mientras gran cantidad de espectadores se daban cita para ver como Dinelli se remontaba como un barrilete. O de que manera se rompía la crisma contra una piedra, en su intento de llegar a la Plaza Independencia para asociarse al festejo patrio de ese día, 25 de Mayo de 1904. Mientras el “hombre pájaro” se acomodaba en el curioso artefacto, los espectadores, boquiabiertos, no acertaban a explicarse como haría el zapatero volador para mantener la dirección del aparato; sobre todo, para conservar la fuerza propulsora una vez que la rueda motriz se despegara del suelo. La respuesta al gran interrogante la daba el mismo arriesgado volador, cuando decía que mantendría el rumbo mediante un juego de cuerdas con las que iría modificando la tendencia de la sombrilla.
Cuando el intrépido zapatero calabrés se persignó y dio la orden de soltar las amarras, comenzó a pedalear con fuerza, echándose a rodar cuesta abajo con un ángulo de descenso de casi 45 grados. Pudo verse así, segundos después, como Dinelli iba flotando en el aire y avanzaba pausadamente a lo largo de 180 metros. Al tocar tierra, el rudimentario aparato se destrozó irremediablemente y sus restos envolvieron en jirones de tela y astillas al osado precursor.
Muchos se mofaron, por aquel entonces, del “loco” que había querido andar por el cielo en bicicleta. Andando el tiempo, no obstante, sería reconocido el suyo como el primer vuelo de un aparato más pesado que el aire en Iberoamérica.
El primer pájaro con tuercas
El 5 de junio de 1913 voló por primera vez un aeroplano a motor en Tandil. El Blériot de 50 HP tripulado por el italiano Bartolomé Cattaneo, tras una corrida de 15 metros, se elevó por los aires en los aledaños de la ciudad, en medio de una entusiasta salva de aplausos, acompañada por grandes exclamaciones. Luego de dar algunas vueltas, aterrizó en vuelo planeado.
El primero en ver desde arriba la ciudad
Hijo de Juan Olivero y Margarita Galfré, Eduardo Alfredo Olivero había nacido en el paraje “La Cañada”, a pocas cuadras de La Movediza, el 2 de noviembre de 1896. Cuando recién llegaban –en 1910- los primeros aviones a la Argentina, contaba tan solo trece años de edad. No obstante lo cual, respondiendo a una incontenible fuerza interior, se propuso aprender a volar y voló, aunque no le dieron la licencia por ser menor de edad.
Como no lo autorizaban y él quería venir en vuelo a su pueblo natal, sustrajo un aparato de la escuela de aviación y salió en vuelo rumbo a Tandil, dándose el gusto de ser el primer aviador que voló sobre la ciudad donde nació, el 14 de julio de 1914. Lo acompañó en el vuelo una jovencita –María Ana Larroudè- alumna de la Escuela Normal, cuyo director la expulsó del establecimiento por “la osadía de volar con un hombre”.
Cuando en 1915 Italia entró en la primera guerra mundial, Olivero abandonó de nuevo la casa de sus mayores y cruzando el mar fue a defender como voluntario la tierra de sus padres y hermanos. En la península le ofrecieron el grado de oficial a cambio de nacionalizarse italiano, pero él prefirió alistarse como soldado raso y seguir siendo argentino, para lucir la cinta azul y blanca que llevó siempre en el bastón de mando de sus aparatos de combate. Llegó así, por méritos propios, a integrar la escuadrilla de los ases, al cabo de numerosas hazañas que fueron prendiendo en su pecho las más importantes condecoraciones otorgadas al valor militar.
Nuevas andanzas del aviador y el quijote
Al regresar Olivero a Tandil cargado de gloria, lo recibió todo el pueblo, llevándolo por las calles en andas. Volando poco después aquí acompañado por Guillermo Teruelo, tomó fuego su avión a 1.400 mts. de altura sobre la plaza Independencia, circunstancia en la que quemándose, alcanzó a llegar a la pista de aterrizaje.
Sufrió en aquel momento graves quemaduras. Y cuando al cabo de varios meses se repuso de las mismas, apenas abandonó el hospital, siguió volando. Batió el record mundial de altura con pasajero, acompañado por la señorita Elena Ortiz Machado. Intentó después otro record de altura –el sudamericano- envolviéndose con papel de diarios atados con piolín para soportar el frio de las alturas, atadas sus manos, incapaces de aferrar el comando y el acelerador, con cinta aisladora. Desvanecido, cayó entonces desde 8.000 metros, aterrizando en medio de una tropa de ganado, sin hacerse milagrosamente nada.
Quiso el destino que ese mismo día, en tierra, casi se matara. Chocó conduciendo un auto de carrera –abierto como eran entonces- con un carrito de verdulero, tirado por un caballo, que justo fue a cruzársele en el camino. Una de las varas, le deshizo el rostro.
Con Bernardo Duggan y Julio Campanelli, realizó después en el hidroavión bautizado “Buenos Aires”, el primer vuelo en la historia entre Nueva York y la capital argentina. En 37 etapas increíbles, al cabo de 81 días, también increíbles, que incluyeron un acuatizaje de emergencia y una odisea en la selva amazónica, siendo rescatados, al cabo de una semana, por la lancha de pescadores “Juruna”, al mando de Josinho Cardoso.
No obstante la desfiguración de su rostro y las cicatrices de sus múltiples lesiones y quemaduras, contrajo enlace con Esther Aurelia Patrone, una de las mujeres más bellas de Buenos Aires. Al cumplirse 50 años del primer vuelo sobre Tandil –en 1964- realizó aquí otro vuelo, esta vez, evocativo. Falleció en Buenos Aires el 19 de marzo de 1966, poniendo fin a una vida de epopeya por las rutas del aire de América y de Europa.
El “loco del aeroplano”
Corría el año 1915, cuando el 16 de marzo Celestino Corbellini, joven aviador de Maria Ignacia-Vela, obtenía su brevet de piloto y volaba en su avión en esta ciudad y en la localidad vecina.
Hijo de Pablo Corbellini, inmigrante italiano llegado a fines del 1800, se lo conocía de chico en el pueblo como “el loco del aeroplano”, por su costumbre de correr con los brazos abiertos emitiendo sonidos guturales semejantes a los de un motor de avión. Cuando cumplió 15 años se alejó de Vela, para regresar tiempo más tarde tripulando un aparato volador. Permaneció allí por espacio de tres días, en cuyo transcurso realizó vuelos con animosos vecinos del lugar y casi todo el pueblo fue a despedirlo cuando despegó nuevamente para no volver. Fue el primer aviador argentino en hacer un “looping”.
Voló y se mató en el avión que él mismo construyó
Testigo presencial del frustrado vuelo de Cattaneo en Tandil, Sebastián Heder Peyrel, nacido en esta ciudad, construyó su propio aeroplano, con la ayuda de su hermano Sadi. No eran buenas sus condiciones de seguridad, ya que abundaban las ataduras con alambres entre otras imperfecciones, pero luego de seguir un rápido curso en la escuela de pilotaje de Villa Lugano, obtuvo la licencia que le permitió volar sobre el cielo de Tandil. Las vísperas de Navidad del año 1919 perdió la vida al caer aquí su aparato.
Esto sucedía seis años después de la tragedia que le costó la vida al Ten. Manuel Félix Origone, primera víctima de la aviación nacional, civil y militar.
Trágico ensayo del primer planeador construido en el país
El 22 de diciembre de 1924 Tandil fue escenario de otro jalón trascendente en la historia del vuelo sin motor, el ensayo del primer planeador construido en el país por el ingeniero Desiderio Biró de Ditró. El aviador alemán Otto Alfredo Ballod fue quien lo tripuló, perdiendo la vida aquí, en el campo “La Merced”.
Muerto en un simulacro de bombardeo Dinamarqués de origen, vecino de Tandil, nacido en Copenhague el 11 de junio de 1881, Pedro Hansen realizó varios vuelos aquí, la mayoría de ellos entre Necochea y Tandil, trasladándose luego a Chile, donde preparó pilotos aviadores por cuenta de la escuela Curtiss. Respondiendo a su deseo de abrir la ruta aérea entre Buenos Aires y el vecino país, cruzó la cordillera de Los Andes a una altura de 5.600 mts. La noche del 9 de febrero de 1924, durante un simulacro nocturno de bombardeo realizado sobre la Capital, del que participó también Olivero entre otros aviadores, la máquina de Hansen se estrelló contra una torre de radiotelegrafía incendiándose y cayendo a tierra, en cuya circunstancia murió el piloto.
Entre nubes y en silencio
Muchacho que solo sabía de las tareas del campo –ordeñar, ayudar en la cosecha, hacer un alambrado y también jinetear un potro llegado el caso, Roberto Manuel Madsen fue la principal figura del vuelo sin motor en Tandil. Dedicó más de medio siglo a cabalgar térmicas, a veces en planeadores construidos con sus propias manos, obtuvo el brevet laureado internacional de plata, e hizo el vuelo de mayor duración en el país con un aparato de tipo escuela.
Muchos alumnos suyos tuvieron destacada actuación; entre ellos Edith Sorensen, quien señaló el record sudamericano de permanencia en planeador.
Primer vuelo nocturno en el cielo argentino
El 10 de marzo de 1937, Hans Ott, presidente del club local de planeadores, quien contaba con el mayor número de vuelos en Sudamérica y era el primer piloto en el país en sobrepasar la hora de vuelo sin motor, habiendo realizado, además, la primera transmisión radiofónica en Sudamérica desde un planeador a tierra, señaló aquí el record sudamericano de permanencia sobre colinas con 11 hs. 30 m.
Asombrando al país y al mundo en Malvinas
El intento argentino de recuperar las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur usurpadas por el Reino Unido, dio lugar al conflicto bélico desarrollado entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Durante los 74 días que duró la guerra en la que murieron más de 600 argentinos y cerca de 300 británicos, dando lugar al bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina, tuvieron participación activa efectivos de la VI Brigada Aérea con asiento en Tandil, compuestos por aviones Mirage M-5 Dagger, personal civil, militar y soldados.
Los pilotos que partieron de Tandil y participaron en la contienda asombrando con su valor y su pericia al país y al mundo, fueron los Mayores Sapolsky, Piuma y Puga, los Capitanes Donadille, Diaz, Dellepiane, Dimeglio y Demierre, los Primeros Tenientes Musso, Senn, Román y Callejo y los Tenientes Aguirre Faget, Valente y Castillo.
Algunos de ellos volvieron, en tanto otros brindaron el caro tributo de sus vidas en defensa de la soberanía nacional. La primera víctima fue el Primer Teniente José Leónidas Ardiles, quien debió enfrentar en un combate desigual a una sección de aviones Harrier, siendo alcanzado por un misil. Otro de los efectivos tandilenses, el Cabo Héctor Hugo Varas, perdía la vida poco después cumpliendo una misión significativa para el desarrollo de las operaciones, como era el traslado de un vehículo de movilidad terrestre.
A ellos les sucedió el Ten. Pedro Ignacio Bean, cuando cumplía la misión de atacar objetivos navales en el estrecho de San Carlos. Alcanzado por un misil superficie-aire, alcanzó a eyectarse cayendo en aguas del estrecho de donde no pudo ser recuperado.
Otra de las víctimas fue el 1º Ten. Carlos Julio Castillo, en circunstancias en que la escuadrilla de aviones M-5 Dagger que integraba junto al Capitán Raúl Angel Diaz y el My. Puga, fueron sorprendidos por aviones “Sea Harrier” enemigos. Derribado por un misil su aparato, Diaz consiguió eyectarse y en similar situación después se auto expulsaría del avión el My Puga. Castillo no corrió la misma suerte que ellos, cuyo avión explotaba en el aire sin posibilidad de sobrevida para él.
También murieron en combate el 1º Ten. Ricardo Héctor Volponi en una misión de ataque en la cabecera de playa en el canal San Carlos y el 1º Ten. Juan Domingo Bernhardt en una misión al mismo lugar.
Caídos en cumplimiento del deber En oportunidad de conmemorarse en 2007 el aniversario de la guerra de Malvinas, perdió la vida al precipitarse a tierra en la VI Brigada de Tandil el Mirage M-III que tripulaba, el 1º Teniente Marcos Peretti. 60 años antes había perdido la vida a bordo de un Gloster Meteor, el Alférez Ulises Bernasconi, una de las primeras víctimas de la aviación militar local. A este tipo de aviones le sucedieron en la Base de Tandil los Albatros que saliendo de aquí y amerizaron por primera vez en la Antártida y los Dagger de caza y bombardero que siguen operando en la actualidad.